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Lo que la tecnología no alcanza a cubrir

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El tiempo de Adviento que iniciamos nos recuerda que Jesús viene, y nos dispone a recibirlo. Nos alerta para que su llegada no nos tome por sorpresa. Nos recuerda una verdad que es el núcleo de nuestra fe, la esencia de la vida cristiana: Dios viene a salvarnos. 

Seamos sinceros y conscientes y nos daremos cuenta de que esta verdad no la tenemos presente, vivimos confiados en que nuestra salvación está en la ciencia, en la técnica y en los adelantos que hemos logrado como humanidad, aunque experimentamos que estos logros no alcanzan a resolver nuestro problema existencial, no responden al sentido profundo de la vida ni al destino último de nuestra existencia. 

Cuando vivimos confiados en nuestra propia inteligencia y en los adelantos de la tecnología, fácilmente nos olvidamos de que Dios viene a salvarnos. 

A estas alturas del desarrollo de la tecnología, sabemos, por ejemplo, cuántas tormentas invernales llegarán, cuántos ciclones se van a presentar en tiempos de lluvias, cuántos grados aumentará la temperatura en la Tierra y cómo se dañará el medio ambiente. Pero, ¿qué hacemos ante estos fenómenos que no se nos anuncian? Lo máximo que hacemos es prevenirnos, pero hasta ahí. 

No nos ponemos a pensar si en ellos hay algún mensaje de parte de Dios para nosotros. 

Jesús cuando estuvo en la Tierra, tenía la capacidad de leer e interpretar los acontecimientos geopolíticos de su tiempo. Pudo anticipar la destrucción del templo de Jerusalén, pero no se conformaba con interpretar, sino que se preocupaba por saber cuál era la voluntad de su Padre de Dios en lo que estaba viviendo. 

Y daba una respuesta: propuso la fraternidad, el esfuerzo por la paz, luchó para que nos reconociéramos como hijos del mismo Padre Dios y, por lo tanto, como verdaderos humanos. Se empeñaba, con su Palabra y con su vida,en transformar su realidad. 

Dios viene a salvarnos, es decir, a darnos respuesta a todas las situaciones existenciales que no nos alcanzan a resolver la tecnología y la ciencia. 

Jesús viene a liberarnos de nuestro egoísmo, de nuestro pecado, a abrirnos a la aceptación de los demás como verdaderos hermanos; a reconstruir la paz, la reconciliación, la preocupación de unos por otros y el cuidado del medio ambiente. 

Salvarnos significa darnos una respuesta a los temas que nos ocupan y nos preocupan, y que trascienden nuestra vida. 

Ante el Señor que viene a salvarnos, ¿qué tenemos que hacer? Estar atentos, levantar la cabeza, levantar el ánimo, encender la esperanza, porque Dios llega a liberarnos. Tenemos que velar y hacer oración. 

Dios viene ahora, pero también vendrá el último día de nuestra existencia para dar plenitud a nuestra esperanza, para concretizar el deseo que tiene de que estemos con Él, en esta vida y en la otra. Dios viene a salvarnos, esperémoslo en oración. 

Cardenal José Francisco Robles Ortega,  

Arzobispo de Guadalajara

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