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Documento base para el Congreso Eucarístico Internacional 2021

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El Congreso Eucarístico Internacional

Los Congresos eucarísticos internacionales son una de las grandes manifestaciones públicas de la Iglesia que subrayan y valorizan el papel de la Eucaristía en la vida de los cristianos y en la praxis eclesial. Nacidos para glorificar a Jesucristo realmente presente en la Eucaristía y dar testimonio de su infinito amor al mundo, han generado procesos históricos de crecimiento de las comunidades cristianas para responder a las esperanzas de los hombres y contribuir a la construcción de un mundo más humano, justo y pacífico, a partir de la celebración eucarística.

Hungría acogió ya un memorable Congreso eucarístico internacional en Budapest en el año 1938. Tras ochenta y dos años el acontecimiento se renueva en el mismo lugar pero en circunstancias históricas y sociales completamente diferentes.

En Hungría

Hungría posee raíces cristianas muy profundas. Su primer rey, San Esteban (1000 – 1038) introdujo al pueblo húngaro en la comunidad de los pueblos cristianos de Europa. Entre las dinastías medievales reinantes, la de los Árpád dio un número consistente de santos a la Iglesia católica; y no faltan tampoco los mártires recientes que ofrecieron su vida por los demás, La fe cristiana, la constancia, la enseñanza y el ejemplo de los antepasados han sostenido al pueblo húngaro en las tempestades de la historia. Y todavía hoy vale el dicho: «Nuestro pasado es nuestra esperanza, nuestra vida es Cristo».

Hungría organizó su último Congreso Eucarístico Internacional en 1938, con el lema: «Eucharistia, vinculum caritatis». El mundo de entonces atravesaba grandes tensiones y era fuerte el deseo de la paz ante el peligro de una nueva guerra que parecía inevitable. En el himno congresual los fieles cantaron: «Reúne, Señor, en la paz a todo pueblo y nación», y la participación de medio millón de personas en la procesión y en la misa conclusiva se convirtió en una manifestación a favor de la paz entre los pueblos, y contra las amenazas de la guerra inminente.

Todo ello no consiguió evitar el segundo conflicto mundial que acarreó a Hungría lutos y sacrificios. Al terminar la guerra, además, los cristianos fueron perseguidos y aplastados por cuarenta años de dictadura comunista: abolidas las órdenes y congregaciones religiosas, encarcelados o deportados en campos de trabajo muchos sacerdotes y fieles, vejaciones continuas y supresiones por parte de un régimen que se declaraba ateo, estatalización de las escuelas católicas a excepción de ocho liceos, prohibición de la práctica religiosa. Todo ello comportó la huida al extranjero de cientos de miles de personas.

La fe y los valores cristianos sobrevivieron en las catacumbas y fueron transmitidos a las nuevas generaciones por comunidades activas en la ilegalidad. Así el número de los practicantes se redujo drásticamente mientras dos o tres generaciones crecieron sin educación religiosa alguna. Esta es la raíz de la difusa ignorancia religiosa, de la indiferencia hacia la fe y, a veces, también de una cierta hostilidad respecto a la Iglesia, consecuencia de decenios de propaganda anticlerical.

Tras la “liberación” y el cambio de régimen en 1989, se asistió en Hungría a un cierto reflorecimiento de la práctica religiosa. El retorno de la democracia permitió la reapertura de las guarderías, escuelas, liceos y universidades católicas y de otras confesiones cristianas. En la política y en la legislación reaparecieron algunos valores cristianos. Muchas iglesias se reabrieron al culto, se construyeron nuevas y las comunidades cristianas de diversas confesiones obtuvieron un parcial resarcimiento material. Mientras las diversas formas de vida consagrada recuperaron la propia actividad con fuerzas renovadas, el servicio de Cáritas se extendió por todo el país y un número creciente de laicos participa activamente en la vida comunitaria y parroquial.

Pero, en los treinta años transcurridos desde 1989, muchas cosas han cambiado también en sentido negativo. Como en los otros países postcomunistas, también en Hungría el cuadro de la vida religiosa y de fe se ha debilitado a causa de la secularización, de la laicización, de la búsqueda del bienestar material, del relativismo, del agnosticismo. Ello ha conducido a la elevación de la media de edad de los fieles y a la disminución del número de practicantes visto que sobre diez millones de húngaros, en la misa dominical participa un número de fieles comprendido entre el 7 y el 10 % de la población. La crisis ha alcanzado también a la vida familiar y a las vocaciones sacerdotales y religiosas, por la dificultad de evangelizar al mundo juvenil. También la presencia social de la Iglesia está perdiendo eficacia, a pesar de que haya cada vez más personas adultas en búsqueda, que se dirigen a las comunidades cristianas para encontrar respuesta a los interrogantes fundamentales de la vida.

Los objetivos del Congreso

La preparación al Congreso Eucarístico Internacional de 2020 y su celebración ofrecen a los católicos y a cuantos les son cercanos por herencia cultural y por amistad, la extraordinaria oportunidad de presentarse juntos ante la sociedad para dar un testimonio abierto de la propia fe. El hombre contemporáneo, de hecho, como dijera San Pablo VI, «escucha más a los testigos que a los maestros, o si escucha a los maestros lo hace porque son testigos»1.

El Congreso Eucarístico Internacional se convierte así para los católicos en la ocasión de reforzar la fe y compartir esperanza, vida y gozo con cuantos recorren el mismo camino a partir de la fuente eucarística de Cristo Resucitado.

A través de la participación en la Eucaristía viene confirmada la fe de los creyentes, reconstruida la identidad cristiana, profundizada la comunión con Cristo y con los hermanos. Así los cristianos, dentro de una sociedad dominada por la dictadura del relativismo, pueden dar testimonio de la Verdad ante el mundo con la cabeza alta, con valerosa serenidad, con caridad y mansedumbre según el ejemplo de Cristo.

El Congreso eucarístico internacional, además, es la ocasión para consolidar el diálogo entre los cristianos, en la certeza de que son más las cosas que nos unen que las que nos separan. Bajo la guía del Espíritu Santo somos conducidos a escuchar, comprender y resolver las cuestiones abiertas para buscar, en la verdad, las sendas del futuro. Solo el testimonio conjunto de los creyentes puede ofrecer a los no creyentes la Buena Noticia de la salvación.

A las personas de toda clase y condición social que buscan a Dios, el Congreso les ofrece el kerigma, el anuncio evangélico inicial: Dios, fuente de toda vida, ama a cada una de sus criaturas incondicionalmente. Por ello nos envió a su Hijo Jesús, hecho hombre en el seno de la Virgen María. Con sus palabras y con su mensaje, con su Pascua de muerte y resurrección canceló nuestro pecado, y por obra del Espíritu Santo vive para siempre en su Iglesia. Quien decide libremente dar la espalda al mal y, mediante el bautismo, acepta a Cristo como Salvador, entra en la gran familia de los redimidos y construye la comunidad de los hijos de Dios.

En el Congreso eucarístico de dimensiones mundiales, damos gracias a Cristo y le glorificamos, al único capaz de ofrecer vida. Y oramos para que el gozo que brota de la fuente eucarística se irradie no sólo en toda Hungría, sino también en los países de la Miteleuropa, en toda Europa y en el mundo entero. Así todos podrán hallar un momento de renovación espiritual, una orientación evangélica, un poco de fe que venza la incertidumbre, una luz de esperanza para quien está triste, un poco de amor para vencer soledades y distancias.

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